En esta ocasión, Mª José Algar, Profesora de la Escuela de Estética de FORMAEMPLEAN, viene a hablaros de un problema que afecta al 80% de la población y que en muchos casos se desconoce: el envejecimiento actínico o también llamado Fotoenvejecimiento.
Todos sabemos, que mientras no exista el proceso que nos frene el envejecimiento totalmente, llegaremos a observar esas finas arruguillas en el contorno de los ojos, la piel menos firme y con presencia de flacidez, más deshidratada y con alteraciones en la piel motivadas por lo procesos de nuestras células, que también envejecen con nosotros.
La diferencia está en hacerlo cuando nos corresponde por reloj biológico y de forma gradual o hacerlo antes de tiempo y de forma exagerada.
¿Cuándo comienza el fotoenvejecimiento?
Podemos decir que el proceso natural del fotoenvejecimiento comienza a partir de los 25 años, cuando empiezan a marcarse las líneas de expresión, aunque no las llamemos arrugas propiamente dichas, y estas irán profundizando con cada década que añadamos a nuestra edad. Este envejecimiento es gradual y no es igual para todas las personas, ya que dependen de la herencia genética, la alimentación, los hábitos de vida, la climatología, las enfermedades, etc.
El fotoenvejecimiento es un envejecimiento prematuro y bastante exagerado, generado por la radiación solar que daña la cadena de ADN y acelera el proceso.
Los signos de aparición son, principalmente, un engrosamiento de la piel a nivel superficial (la epidermis, para impedir el paso de las ondas electromagnéticas presentes en los rayos solares, aumenta su grosor a nivel córneo) y la presencia de finas arrugas que se van a pronunciar cada vez más debido a ese grosor de la piel (las cadenas de ADN se van a ver alteradas produciendo un descenso en la producción de colágeno y elastina en la piel).
Otros efectos que acompañan a los anteriores son, la deshidratación a nivel profundo de la piel y la producción de la melanina de forma irregular. Aparecen manchas en la cara, el escote, el cuello y los antebrazos (las zonas más expuestas al sol) y pueden formarse tumores benignos como los nevos pigmentarios y los lentigos que pueden derivar en melanoma (cáncer de piel). Todo esto ya no tendrá vuelta hacia atrás, por lo que se quedará ya inevitablemente en nuestro cuerpo.
¿A qué personas afecta el fotoenvejecimiento?
El fotoenvejecimiento puede afectar a cualquier persona independientemente del sexo o nacionalidad, incluso puede producirse en cualquier tipo de piel. Es mucho más frecuente en personas que tienen la piel más blanca, ya que su piel no tiene tanta defensa frente a la radiación solar, pero también puede darse en pieles más morenas. Surge a partir de exposiciones prolongadas al sol, ya sea por trabajo (muchas profesiones que se realizan al aire libre) o por ocio (playa, piscina, deporte, etc.) y en ambos casos, porque no tengamos la protección necesaria para evitarlo.
La mejor forma de tratarlo es la prevención. Como reza el dicho, “mas vale prevenir que curar”, y eso podemos hacerlo siguiendo unas pequeñas pautas:
- Uso de protectores solares acordes con nuestro fototipo de piel para salir a la calle.
- Uso de sombreros para la cabeza y ropa ligera que pueda tapar zonas expuestas.
- No tomar el sol en las horas centrales del día donde los rayos inciden de forma más agresiva (entre las 12:00 y las 18:00 horas en verano)
- Renovar el protector cada cierto tiempo y siempre siguiendo las indicaciones del fabricante.
La radiación solar: principal problema del fotoenvejecimiento
Gran parte de este problema del fotoenvejecimiento está en el desconocimiento de la radiación solar, del mal uso de los protectores solares o modas como el estar morenos para lucir mejor alguna prenda de vestir. Hemos de entender que todos necesitamos nuestra dosis diaria de sol, gracias a ello podemos hacer reacciones metabólicas importantes para el buen funcionamiento del organismo, como por ejemplo la síntesis de la vitamina D; pero se puede hacer de una manera más gradual, más natural y menos agresiva para la piel.
La radiación solar que llega a nuestra piel se descompone en:
- Radiación infrarroja, es la que nos da la sensación térmica y puede participar en procesos de oxidación de la piel.
- Espectro de luz visible, que es la que hace que todo lo veamos con claridad a nuestro alrededor.
- Radiación Ultravioleta B (UVB), es la responsable de activar a las células productoras de la melanina.
- Radiación ultravioleta A (UVA), que tienen una penetración más alta, llegando a la dermis, y provoca daños irreparables en el tejido.
- Radiación ultravioleta C (UVC), que son frenados por la capa de ozono, pero sabemos que en la montaña pueden llegar a nuestra piel.
Convivimos con esta radiación los 365 días del año, desde que amanece hasta que anochece; llueva, granice, o haga sol; y, además, esta se refleja en superficies claras, como la arena de la playa, el agua, la nieve…; el cambio climático también afecta. La mejor de las prevenciones: la concienciación.
Como docente y especialista en tratamientos faciales, espero haberos aportado un poco de conocimiento sobre este problema. Podemos disfrutar de la vida y el sol, broncearnos y vernos bien, solo hay que protegerse adecuadamente y no abusar del sol. Todo en grandes dosis llega a ser perjudicial.